Desde pequeña, Nathalie amaba el agua, su mamá hacía bromas diciendo que de niña cambiaron a su hija por una sirena. Le encantaba sentir la fuerza del agua y la libertad de moverse a través de ella. Siempre se esforzaba por ser la mejor en todo lo que hacía, y la natación no era la excepción. Hasta que tuvó una lesión y no pudo seguir compitiendo. Con un vacío en el pecho y los pies pesados de estar en tierra firme, tomó un avión al primer destino que saliera del aeropuerto.
Para recuperar su libertad se tatuó una golondrina en su espalda. También decidió explorar el mundo y descubrir nuevos lugares, en busca de nuevas experiencias y aventuras. Viajó a través de los océanos y visitó países que nunca antes había visto, pero siempre fuera del agua. En una montaña encontró un lago plácido. Como no había nadie alrededor que la mirara, se metió al agua y comenzó a nadar como cuando era niña, sólo disfrutando de escurrirse entre el la corriente. Se dio cuenta de que no había perdido su pasión por la natación, sino que la había encontrado de nuevo en un lugar inesperado. Y su tatuaje de la golondrina le recordó ese nuevo vuelo en el agua.
Desde ese día, Nathalie continuó explorando y nadando, inspirando a otros a encontrar su libertad. Y cada vez que sentía que necesitaba un recordatorio de su pasión por el agua, solo tenía que mirar el tatuaje de su hombro.
Plato y figura en porcelana. Ambos están hechos a mano.
